viernes, 26 de julio de 2013

El futuro de nuestras universidades


Eduardo Lama Martínez
Docente universitario

EN LAS ÚLTIMAS semanas se han presentado diversos argumentos en torno a la nueva Ley Universitaria, unos a favor de una reforma en el sistema de educación superior y otros planteando que se mantenga una supuesta autonomía de los claustros, sin órganos de control y fiscalización.

Se ha afirmado, incluso, que el Gobierno pretende intervenir las universidades.
Lo evidente es que el Perú en su conjunto necesita con urgencia una nueva Ley Universitaria que se ajuste a la realidad y responda al reto del desarrollo que viene alcanzando.

De esta necesidad hablan bien claro las empresas nacionales y extranjeras que están invirtiendo en proyectos productivos y que cada día requieren más profesionales especializados y más técnicos con mano de obra calificada.

Eso quiere decir que necesitamos de universidades e institutos tecnológicos que formen cuadros para mejorar la productividad y la competitividad del país.

El proyecto que se debe debatir y aprobar en el Congreso de la República, a nuestro parecer, tiene muchos puntos positivos, sobre todo en el que se refiere a crear una institución que certifique a las universidades, cuyo ente certificador debe gozar de autonomía y no estar vinculado con ningún organismo público o privado.

En el actual sistema, el egresado de una universidad del interior, por ejemplo, de Iquitos, Pucallpa o Madre de Dios, por citar algunas regiones, tiene que trasladarse a Lima invirtiendo sus pocos ahorros para conseguir el visado de sus documentos y así poder colegiarse.

También se debe observar que las inversiones para los trabajos de investigación que se efectuaban años atrás fueron dejadas de lado en las universidades, y eso también se debe corregir.

Con la nueva Ley Universitaria se pondría fin también a los estudiantes “eternos”, que ya pintan canas y siguen en las aulas universitarias mangoneando a los estudiantes con un interés propio. 

Así vemos que la actual legislación ha quedado obsoleta y caduca en un país que necesita una educación con excelencia académica y profesional.

Es hora de que todos rememos en un solo sentido y no estemos buscando ir contra la corriente, porque consideramos que afectan nuestros intereses.

Debemos pensar en el futuro de nuestro país, y una de las formas más seguras para hacerlo es dándole a nuestros hijos una educación acorde con la realidad de un mundo globalizado que exige mucha competencia.

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