viernes, 19 de marzo de 2010

La ecológica llama


La domesticación de la llama por el hombre andino peruano de hace diez mil años, es un legado trascendental a la humanidad. La asistencia de la llama, sin duda alguna fue un factor decisivo para la supervivencia del hombre de esta parte de América precolombina, ligado estrechamente a la economía de la sociedad de ese entonces, creando condiciones favorables para su bienestar y desarrollo.  

La llama, camélido sudamericano cuyo nombre científico es Lama glama, es el único animal multipropósito del que se utiliza su carne como alimento, su cuero para la confección de ojotas, huaracas y cuerdas. Con su lana se confeccionaban textiles burdos para vestimenta y mantas para abrigarse. Su excremento, como fertilizante y combustible para la cocina. También es considerado como bestia de carga, puede cargas hasta 50 k. Por lo que se podría considerar como el animal más fiel y servicial del hombre andino hasta la actualidad.

La llama es un animal inteligente, reconoce a su amo, obedece mediante una variedad de silbidos. Cuando se sienten amenazados, dañados ó atacados, se defienden con la patas, dientes y saliva. Escupe una sustancia nauseabunda y ácida, irritante para las mucosas, especialmente de los ojos de personas ó animales, 

Sus pezuñas tienen una especial forma anatómica, que al pasar por campos de cultivo y pastos naturales, no dañan tallo ni raíz. Realizan largas caminatas para conseguir pasto limpio exento de contaminantes y al alimentarse lo hacen de forma muy delicada que permiten la multiplicación de los pastos. Por su natural fisiología, orinan y depositan sus excretas en lugares establecidos por ellos, ninguno viola esta norma.

Las culturas, Tiahuanaco y Wari, muestran en sus textiles a la llama. Los Incas, la representaban como un símbolo ó tocapu. La llama es un animal adaptado a las inclemencias del piso ecológico puna, un ecosistema muy duro. Realmente un animal del que debemos aprender algunas normas de higiene y conservación de los recursos naturales. No olvidemos que la llama es nuestra.

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