jueves, 27 de enero de 2011

Congreso denigra la nación



Nestor Roque Solis *
 
Uno de los tres pilares de la República, el Congreso Nacional, ha devenido una caricatura de sí mismo. Al menos desde 1990, funciona como una simple correa de transmisión del Poder Ejecutivo. Es decir, ha renunciado a su misma razón de ser. Lo que vemos es ausentismo, transfuguismo,  ignorancia, pesadez, clientelismo, nepotismo y muchos de ellos con claros indicios de corrupción de congresistas y ahora de candidatos.

¿Ayudará el resultado de las elecciones legislativas del próximo 10 de abril a mejorar esa situación? Desde mi análisis por la composición—con excepción de algunos notables-- de los postulantes dudo cambio y  niveles de eficiencia y competitividad en el periodo legislativo 2011-2015.

Solamente en el Perú puede suceder que desde la cárcel, Alberto Fujimori  haya digitado la candidatura de su hija Keiko, de su hijo Kenyi y su hermano Santiago Fujimori que postula con un cupo en la región Lima. Pero eso no es todo el preso de lesa humanidad quiere también a su médico de cabera y a su enfermera personal en el Congreso Nacional.

Otra Familia afanado en copar el parlamento es Cesar Acuña de Alianza para el Progreso, él lidera la lista de postulantes al Congreso al lado de su hermano, su hijo y para completar la faenón familiar, también va su esposa en la lista de PPK con el pago de más de medio millón de soles por cupo en la plancha y en la lista parlamentaria por La Libertad. Algo de esto también sucede en el Partido de los Fonavistas con los hermanos Alcántara que se han repartido los curules en algunas regiones del país. Y no menos notorio es la postulación de la familia Del Castillo padre e hijo.

El clan de los Fujimori, los Acuña, los Alcántaras y Del Castillo no nos traen sorpresas de cambios y modernidad en el Congreso, sino de lo mismo: negociados, pactos, remate de los bienes públicos y comisiones inservibles. En eso son campeones los apristas y fujimoristas.

El recambio parlamentario del próximo abril, cuando se renueven o se reelijan a muchos congresistas, debería abrir una luz de esperanza para que esta situación empiece a cambiar. Sin embargo, el tono y el contenido de la campaña electoral no permiten a la ciudadanía depositar demasiadas expectativas sobre las leyes que el nuevo Congreso vaya a debatir y sancionar. Tampoco es presumible que la fiscalización se incremente después de los comicios. En las condiciones en que se desenvuelve actualmente la política peruana, poco importa quiénes serán los congresistas qué legislarán en el Parlamento Nacional.

Lo que se juega en realidad es lo de siempre: una recomposición de fuerzas entre los diferentes partidos.  De ahí deriva la composición de las listas de candidatos, que en todos los partidos, alianzas, frentes o coaliciones circunstanciales y con escasas excepciones, se han elegido sin tener en cuenta el sistema de elecciones internas partidarias o las primarias abiertas que determine la ley.

Con ciertas excepciones, en la malla de candidatos figuran familias, caciques locales, figuras de la farándula, deportistas retirados, espectros del pasado, nuevos y viejos oportunistas, peregrinos, transformistas y mutantes de partidos y de ideas, se abalanzaron sobre el botín de las candidaturas disponibles. No representan ni pretenden representar a nadie excepto a sí mismos, o en algún caso a intereses particulares más o menos desconocidos. La vieja crisis de representatividad alcanza a candidatos de la región Lima: todos ellos sin autoridad política ni social. Unos autoelegidos y otros elegidos a dedo desde la cúpula partidaria.

Una situación extraordinaria genera la necesidad de una solución urgente, que imposibilitaría esperar el trámite normal de una ley. Suele suponerse que la acción del Congreso es lenta, por lo tanto no puede responder a tiempo a una emergencia.

La productividad parlamentaria se mantiene inalterablemente baja a lo largo de las dos últimas décadas. Pero estos meses se aprecia una baja de la actividad parlamentaria por estar metidos en su campaña reeleccionista. Los años electorales son especialmente improductivos en el Congreso.

Tampoco ayuda a mejorar el panorama la extrema debilidad de los partidos políticos. El APRA se encuentra virtualmente acéfalo en su dirección desde hace un año, librado a feroces luchas intestinas que ha sido incapaz de nominar un candidato presidencial por los visibles signos de corrupción de sus principales dirigentes.

Tanta debilidad, en el Congreso y en los partidos, se explica en parte por la falta de densidad ideológica y al abandono ético que exhibe la política peruana en los últimos tiempos. El mapa político parlamentario es cada vez más complejo y pobre. Sus gelatinosas medianeras terminan fatigando a quien quiera hacer un análisis sistemático del modo en que se votan las leyes de emergencia y entender cómo llegan a ser aprobadas en medio de ausencias, abstenciones y rechazos de grupos parlamentarios tránsfugas y pocos calificados para ser auténticos representantes de la nación.

La degradación del Congreso viene desde la época de la compra y venta del gobierno de Alberto Fujimori  y su socio Vladimiro Montesinos de los años 90. Pero el desprestigio de los legisladores es hoy mayúsculo. Además es una institución demasiado costosa. Las soluciones no pasan por la fácil reducción o el aumento del número de legisladores, ni por una política populista de achique de las dietas y pagos extras.

Se trata más bien de la modernización y calidad competitiva de los legisladores a elegir. No es posible que el Congreso mantenga un sistema que desde antaño está manejado por estrategias de clientelismo y prebendas. Es absurdo que se repartan 16 sueldos, seguros, viáticos, pasajes, escolaridad, asesores y pensiones  sin ninguna fiscalización.

Hace años observe en Alemania que cada diputado tiene derecho a sólo un asistente y una secretaria. Todos los demás servicios -asesoramiento, información, recolección de datos- los obtiene de su bloque partidario. El bloque suministra dichos servicios a todos sus integrantes, pudiendo contratar expertos de primer nivel para cada especialidad y para casos puntuales, de acuerdo a la necesidad de los diputados, reduciendo así sensiblemente el gasto y elevando la calidad de la tarea legislativa.

Así funcionan los regímenes parlamentarios en muchos países de Europa, donde el Primer Ministro tiene el 90% de las iniciativas parlamentarias. La diferencia está en que los parlamentos europeos ejercen una fuerte función de fiscalización. Aquí en el Perú es pura ganancia personal y poca producción legislativa. En estas condiciones vamos a elegir a nuestra Representación Nacional el próximo 10 de abril.
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* Escritor y Periodista  







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