- Historias de tres integrantes de la comunidad shipibo-koniba
ANDINA/Juan Carlos Guzmán
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Melvi Ayala tiene 26 años y es madre de 4 hijos. Uno de ellos celebrará su cumpleaños el próximo 17 de noviembre. Mientras observa con tristeza y resignación una de las artesanías que en algún momento pasó por sus manos, afirma que todo lo que mantenía estable a su familia se ha perdido.
Aproximadamente 30 soles al día era la ganancia que los objetos, hechos por semillas de huayruro y otras cuerdas, generaban para el hogar. En medio de llantos, dice que ese dinero servía para alimentar a su familia, que está compuesta por su esposo, sus hijos y sus dos suegros.
Pero a pesar de todo, luego de unos minutos, su rosto esboza una pequeña sonrisa, y mirando al cielo, afirma confiar en Dios para salir adelante otra vez empezando desde cero, tal como lo hizo hace 8 años cuando vino a Lima desde Pucallpa para construir su futuro y ayudar a los suyos.
Reconstruirá su casa
Con 76 años a cuestas, Esteban García Ventura se resiste a darse por vencido pese al voraz incendio que acabó con sus palas, martillos y otras herramientas de trabajo. El es albañil desde siempre y afirma que, pese a lo ocurrido, nada lo hará rendirse.
“A punta de esfuerzo sacaré a mi familia adelante otra vez, ellos me necesitan”, dice mientras cuida algunas de las cosas que pudo salvar. Él vive en las faldas del pequeño cerro de la comunidad shipiba junto a su esposa Genia Rumaina, de 46 años, y sus 3 hijos de 3, 7 y 12 años.
Esteban es oriundo de Huánuco y vino a Lima desde hace 16 años. “No nos vamos a ir de esta zona, no queremos que nos reubiquen de lugar. Aquí está nuestra comunidad y es parte de la historia de cada aquel que vino para salir adelante, éste es nuestro espacio”, subraya.
Esteban es oriundo de Huánuco y vino a Lima desde hace 16 años. “No nos vamos a ir de esta zona, no queremos que nos reubiquen de lugar. Aquí está nuestra comunidad y es parte de la historia de cada aquel que vino para salir adelante, éste es nuestro espacio”, subraya.
Camina arrastrando los pies y levanta el polvo con sus zapatos dirigiéndose a un viejo sillón de dos asientos. Se va a descansar unos minutos con uno de sus hijos porque no pudieron dormir en toda la madruga.
Gestante en medio del incendio
Jani Tangoa López tiene 31 años, es ama de casa y tiene 9 meses de embarazo. Sobrevivió al incendio junto a su esposo Wilson Marquéz, de 22 años, quien es obrero de una empresa nacional.
Entre sollozos y conmocionada por haber perdido todos sus bienes, señala que el incendio fue tan rápido que no le dio tiempo de salvar más cosas. “La bajada para salir hacia la avenida estaba con barro por el agua que usaron para apagar el fuego, y como estoy embarazada, me fue difícil caminar más rápido”.
Solo pudo salvar un viejo televisor y algunas ropas; las fotos de su familia cuando recién se componía también fueron consumidos por las llamas. Pese a todos estos problemas, agradece a Dios estar viva con su esposo y su bebé que está por nacer.
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