miércoles, 23 de abril de 2014

Los gobiernos y la felicidad


José Cevasco

Cuando visitaba la sede de la Comunidad Andina en la ciudad de Lima, la estatua de Simón Bolívar me recibía. A su costado se leía una frase que se me quedó grabada: “El sistema de gobierno perfecto es aquel que produce la mayor felicidad posible, la mayor seguridad posible y la mayor estabilidad política”. Independientemente de quién fue el autor de ella- algunos dicen que fue tomada de pensadores europeos o recogida de la declaración de Independencia de los Estados Unidos- lo importante es rescatar el sentido de la frase y lo positivo que resultaría para todas las personas que los gobiernos y, también, todos nosotros, la tomemos siempre en cuenta en cada uno de nuestras acciones.

Todas las personas estamos siempre en la búsqueda de la felicidad, sin embargo poco hacemos para lograrla; la felicidad es el estado de ánimo positivo que sentimos cuando nuestras vidas están en orden, tenemos satisfechas las necesidades básicas y el entorno que nos rodea, familiar, laboral y sentimental, mantiene cierta estabilidad que nos permite tener una vida tranquila.

Sin embargo, ¿qué hacen los gobiernos para que las personas seamos felices?, ¿qué mensajes recibimos de nuestros gobernantes para saber que se preocupan por nuestra felicidad?, ¿alguna vez hemos oído a los líderes políticos decir que en su agenda de gobierno está la consecución de la felicidad?, ¿Alguna vez, sentados esperando turno para hacer algún trámite, hemos escuchado algún mensaje positivo del Estado dirigido a la búsqueda de nuestra felicidad?

Los gobiernos existen para que nuestras vidas sean mejor y no peor. Los gobiernos que están constituidos por personas, tienen que dirigir sus esfuerzos para contribuir a que las personas nos sintamos bien y no nos amarguemos la vida.

Soy un convencido que si los gobernantes, que son personas como nosotros, tuvieran presente el sentido común en cada uno de sus actos, sus acciones estarían pensadas para que los gobernados tengamos una vida mejor; tener pistas sin huecos, que el sistema de justicia funcione bien, que los empleados del Estado atiendan bien al público, que los establecimientos del Estado estén limpios, que no huelan mal y que estén ventilados, que las leyes, las normas y los trámites nos simplifiquen la vida y no que la compliquen; que los colegios tengan carpetas, que los profesores tengan un set de material educativo completo para poder enseñar mejor y que gocemos con triunfos deportivos, entre otras muchas cosas.

El gobernante no solo es el presidente de la República, sino que también es aquél que tiene algún cargo público como el policía, el gerente o el empleado que atiende en un mostrador de algún hospital del Seguro Social. Este tiene que tener en cuenta que más tiempo en su vida será ex presidente, ex policía, ex gerente y ex empleado. Que las políticas que aplica hoy, con el tiempo también serán usadas cuando ya no tenga el cargo público, y que la posición privilegiada de tener un empleo ahora, es para que ayude a que las personas nos sintamos mejor y que nuestras vidas sean más sencillas y menos complicadas.

Somos un país donde aun hay pobreza, donde la palabra bienestar aun no es parte del objetivo ni de la agenda de vida de muchas personas. Un gran amigo me decía que los peruanos no aspiramos al bienestar, que solo aspiramos a sobrevivir, y tiene razón. Enseñemos y aprendamos que la felicidad debe ser buscada siempre desde el lugar que nos asigne la vida y que cambiando nosotros estaremos cambiando el pensamiento de los niños que con el tiempo gobernaran nuestro país.

En http://josecevasco.com/
Publicado el 10 de abril de 2014 en el diario Expreso

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